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La importancia crítica de los semiconductores (eleconomista.es)

28/10/2022 

La creciente importancia de los semiconductores para el crecimiento económico ha llevado a los gobiernos de distintas partes del mundo a conceder subvenciones al sector. Con ellas se pretende ayudar a satisfacer la creciente demanda, reduciendo al mismo tiempo la dependencia de otras geografías y haciendo así más resistente la producción nacional.

En 2015, China estableció una estrategia global de política industrial, Made in China 2025, que identificó los semiconductores como uno de los diez sectores de alta tecnología en los que China debía reducir la dependencia tecnológica de Occidente. Las subvenciones a los semiconductores en el marco del plan ascendieron a 150.000 millones de dólares.

Estados Unidos también ha aprobado la Ley Chips y de Ciencia, que proporciona 52.000 millones de dólares de apoyo a la industria. Esto incluye fondos para construir y modernizar instalaciones y equipos para la fabricación de semiconductores -conocidos como fabricación- junto con dinero para investigación y desarrollo.

La Unión Europea ha llegado tarde al juego. La Comisión Europea propuso en febrero, justo antes de la invasión rusa de Ucrania, la Ley de chips europeos, un marco con el objetivo de dar a la UE un mayor papel en la cadena de valor mundial de los semiconductores.

La importancia de los chips para la producción económica puede compararse con la del petróleo, o la energía en general. Al igual que la energía, en sus diversas formas, los chips se han convertido en un insumo esencial de la producción debido a la digitalización, para la mayoría de las actividades económicas, si no todas. Su falta puede provocar una grave perturbación de la producción. La pandemia supuso un aumento repentino de la demanda de chips que no se pudo satisfacer en tiempo real. Sólo el 10% de los semiconductores se producen en Europa, por lo que las interrupciones en la cadena de suministro durante la pandemia crearon enormes cuellos de botella. En este contexto, la Ley del Chip pretende aumentar la producción de semiconductores de la UE hasta el 30% en 2030.

Pero para la UE, la comparación de los chips con la energía también es reveladora, porque la UE se ha encontrado de nuevo con que depende de proveedores de fuera de sus fronteras. La invasión rusa de Ucrania puso de manifiesto la dependencia de la UE de la energía rusa. Como la producción de semiconductores se realiza en otros lugares, la UE podría verse expuesta si los productores de dicha tecnología se convirtieran en adversarios. La importancia de los semiconductores en la producción justifica la autosuficiencia, mientras que la continuidad del negocio crea una justificación económica muy fuerte para la diversificación.

En un mundo cada vez más polarizado, también existe el riesgo de que los semiconductores se utilicen para coaccionar a terceros. Estados Unidos, por ejemplo, ha puesto restricciones a la venta de semiconductores a China como forma de impedir el acceso de este país a lo que se consideran tecnologías críticas. Esto crea también un motivo político o de defensa para invertir en la producción interna. Pero esta es una cuestión mucho más importante y no debe tomarse a la ligera en un momento en que es tan necesaria la cooperación internacional.

La propuesta de Ley de Chips de la UE llega en un momento crucial para reforzar la resistencia económica de la UE. Pero no está exenta de riesgos. Los fondos dedicados a fomentar la investigación y el desarrollo, por muy bienvenidos que sean, no pueden proporcionar una solución rápida. Los fondos destinados a las subvenciones pueden ser contraproducentes si interfieren en los mercados. Al mismo tiempo que esas subvenciones serán administradas por los propios países, los que tengan espacio fiscal aprovecharán la oportunidad para ayudar a su industria. Pero también se corre el riesgo de alterar la igualdad de condiciones entre los países de la UE.

Y lo que es más importante, ningún acto puede ser un buen sustituto de un plan de política económica a largo plazo. La UE tiene que pensar muy bien cómo crear una industria que va a ser tan fundamental para su economía. La ley sobre los semiconductores es el primer paso, pero imperfecto, hacia una estrategia a largo plazo que aún debe diseñarse.

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